EVANGELIO DE MATEO.

11.06.2013 16:53

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Mateo cap. 28: v 1 al v 20

Pasado el sábado. al salir la estrella del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un gran temblor: el Ángel del Señor bajó del cielo y, llegando al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de miedo y quedaron como muertos.
El Ángel dijo a las mujeres: <Ustedes no teman, porque yo se que buscan a Jesús crucificado. No está aquí, pues ha resucitado tal como lo había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora vayan pronto a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que se les adelanta camino a Galilea; allí lo verán. Esto es lo que yo tenía que decirles.> Ellas salieron al instante del sepulcro con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corriendo fueron a dar la noticia a los discípulos.
En eso, Jesús les salió al encuentro y dijo: <Paz a ustedes.> Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo en seguida: <No teman; vayan a anunciarlo a mis hermanos para que se hagan presentes en Galilea, y allí me verán.>
Mientras ellas iban, algunos de los guardias fueron a la ciudad a contar a los jefes de los sacerdotes todo lo que había pasado. Ellos se reunieron con las autoridades judías y acordaron dar a los soldados una buena cantidad de dinero, junto con esta orden: <Digan que, mientras dormían, vinieron de noche los discípulos y se robaron el cuerpo de Jesús. Si esto llega a oídos de Pilatos, nosotros lo calmaremos y les evitaremos molestias a ustedes.> Los soldados recibieron el dinero y siguieron las instrucciones. De allí salió esta mentira que corrió entre los judíos y perdura hasta hoy.
Por su parte, los Once discípulos partieron para Galilea, al cerro donde Jesús los había citado. Cuando vieron a Jesús se postraron ante él, aunque algunos todavía desconfiaban. Entonces Jesús, acercándose, les habló con estas palabras:
<Todo poder se me ha dado en el Cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo.>
ENSAYO:
Cuando a nuestra naturaleza humana se le quiera rendir honores tradicionales en el nombre del Señor, nuestra esencia espiritual ya no estará dispuesta a ello porque ahora el Ángel del Señor cuidará de nosotros ante cualquier temblor, ya que estaremos vestidos con el ropaje espiritual, blanco como la nieve que nos dará un aspecto brillante como el relámpago, y todos aquellos renuentes a aceptar la voluntad de Dios que en Cristo Jesús es, a través de su enseñanza, serán testigos de ello y temblarán de miedo.
En esos momentos de resurrección de nuestra condición espiritual, ya no perteneceremos a este mundo para buscar y desear las cosas y placeres que nos ofrece, sin embargo, recibiremos el consejo de Jesús, a través de su doctrina, para no perder el piso cuando retornemos a este mundo en el cual seguiremos viviendo, pero ahora sujetos a nuestra condición espiritual, por medio de la cual Jesús nos dará la paz y valentía, para unir, en perfecta armonía, espíritu y materia, para que juntos, mujeres y hombres, se postren y adoren a Jesús sin temor alguno para todos sus fieles creyentes puedan verlo en carne y espíritu.
Jesús está llamado al hombre al lugar santo en el que él se encuentra, ese lugar en el que todo conocimiento humano y tradicional se encuentra bajo el conocimiento espiritual que el Padre depositó en Jesús al darle poder sobre todo poder en el Cielo y la tierra, el cual, será compartido al discípulo obediente y fiel de su Palabra, para hacer discípulos en todos los pueblos de la tierra, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo lo que él nos ha encomendado, con la misma tolerancia, con la misma paciencia que el ha demostrado al hombre, con amor, no con insultos o amenazas, con el anhelo de servir y no el de ser servido de ninguna manera, con una autoridad no impuesta por el hombre sino con la autoridad que Dios le confirió y que también él conferirá a todo aquel que guarde y enseñe a cumplir su Palabra con fidelidad, conocimiento que se dará a través de la reflexión y meditación seria y profunda de ella, lo que nos hará comprender, que Jesús busca la conversión del hombre en su condición de ser ovejas del rebaño, a la condición de ser sus discípulos, lo que nos llevará directamente a ser reconocidos hijos de Dios porque conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres, libres para disfrutar plenamente y sin cadenas el Reino de Dios en la abundancia en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero.

 

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